Me parecio interesante este relato, gracias por la colaboracion del Sr. Jacinto Lebron:
Ramona Vargas, esposa del jugador de  béisbol Yorkis Pérez y residente de Santo Domingo, tuvo que lidiar como nunca  con sentimientos encontrados el lunes 12 de noviembre de 2001. Estaba contenta  de que su esposo pronto iba a firmar un importante contrato de las Grandes  Ligas. Pero estaba triste por la muerte de la abuela de Yorkis y porque él  había decidido no hacer el viaje a la República Dominicana para el entierro  debido a que su madre le había dicho que se quedara en Nueva York para firmar  el contrato, que ella y su hermana lo representarían. Fue en ese estado de  ánimo que Ramona Vargas, camino al aeropuerto para recibir a su suegra Rosa  Pérez de cincuenta y tres años y a su cuñada Johannie de dieciséis, escuchó la  noticia.
La noticia era que poco después de  despegar del Aeropuerto John F. Kennedy, el aerobús de American Airlines, vuelo  587 con rumbo a Santo Domingo, se había estrellado en un barrio residencial de  Nueva York. Según el Listín Diario, en el accidente fallecieron 175  dominicanos, que junto con los demás que perecieron dejó un saldo de 265  muertos.
Ante esta terrible noticia los  sentimientos de Ramona tuvieron más razón que nunca para estar en conflicto.  Ahora estaba afligida por la inesperada muerte de su suegra y de su cuñada.  Pero no podía dejar de estar agradecida a Dios por las circunstancias que  impidieron que su esposo Yorkis tomara ese vuelo.
En la sala de espera del Aeropuerto  Internacional Las Américas de Santo Domingo al que se dirigía Ramona Vargas, Güela  Rodríguez también sufrió tremendos altibajos emocionales ese lunes. En avanzado  estado de gestación, al principio sufrió un cruel descalabro emocional cuando  escuchó la trágica noticia. Pero un rato después le sobrevino un ataque de  histeria cuando vio aparecer a su madre, Carmen Pereira, y a su hijo Wilson de  cuatro años, a los que daba por perdidos porque estaba segura de que ambos iban  a bordo de aquel avión. Resultó que su mamá había hecho planes para tomar ese  vuelo que partió de Nueva York, pero a última hora había optado por viajar con  su nieto en otro vuelo que partió de Boston.1
Ese fatídico lunes la muerte tocó a la  puerta de Rosa Pérez y de Johannie, así como de otros 173 dominicanos y de 90  personas más como consecuencia del accidente del vuelo 587, y se los llevó.  Pero lo cierto es que tarde o temprano la muerte tocará también a la puerta de  los pocos que se salvaron, así como tocará inevitablemente a la nuestra, y no  dejará a nadie sino que nos llevará a todos, uno por uno. De eso no hay duda.  Lo único que está en tela de juicio es el lugar en que hemos de pasar la  eternidad. Más vale que decidamos hoy mismo preparar el viaje a la patria  celestial para vivir eternamente con Cristo.
Bendiciones...